El camino es la meta por Pilar Ortiz
Nuestra vida está llena de sueños por los que trabajamos día a día. Establecemos objetivos a corto y largo plazo, creamos una estrategia, diseñamos un plan de acción, pensamos todos los detalles, los riesgos, los beneficios...
Sin embargo, esta tarea de alcanzar lo que ‘queremos’ se nos convierte en una carga pesada, en una obsesión que nos puede quitar la paz.
Cuando estamos tan conectados con nuestras metas, corremos el riesgo de perder de vista la belleza que hay en el camino. Nuestros ojos están tan fijos en el punto final, que no contemplamos las lecciones y enseñanzas que la vida nos quiere dar en medio de la ruta.
Por eso, creo que el camino también es la meta. ¿Por qué? Porque es en el proceso en donde recogemos los verdaderos tesoros y premios: nuestro carácter se pule, nuestras habilidades y destrezas mejoran, aprendemos a ser humildes, sanamos, en fin.
Quiero que por unos minutos pienses en la meta que te has propuesto. ¿Es un ascenso en el trabajo? ¿Es emprender tu propio negocio? o quizás, ¿mejorar tus finanzas?
Estos son sueños valiosos, los cuales sé que podrás alcanzar. Sin embargo, como tu coach, no quiero que solo te quedes en el objetivo mismo, sino que contemples tu recorrido.
Reconoce los obstáculos que se te han presentado, ¿han sacado lo mejor de ti, cierto? En la lucha por llegar a la meta, ¿has encontrado personas valiosas? ¿has descubierto virtudes que no sabías que tenías? ¿has soltado lo que te lastimaba?
Eso es lo valioso del camino, incluso cuando pareciera que estamos lejos de la meta final. No hay porqué presionarse, no hay afán. Ya sea que estés cerca, a punto de llegar, o tan lejos que sientes que nunca lo vas a lograr, hay algo más importante sucediendo en tu interior.
Me gusta pensar en las botellas como aquellas cosas que nos estancan y limitan, y, aunque enseño cómo y quiero que todos salgan de ahí, reconozco que las botellas no son del todo malas y que debemos estar en ellas el tiempo necesario para aprender algo en específico y encontrar nuestra mejor versión.
Los obstáculos y nuestras propias fallas nos sirven de trampolines, también nos impulsan y nos llevan a un estado de mayor reflexión y empatía.
No te pongas cargas pesadas solo por el afán de llegar a la meta. Recuerda que el camino es la meta, lo demás son añadiduras que podrás disfrutar junto a los regalos que el proceso mismo te dará.
Disfruta la ruta que la vida ha trazado para ti. No te obsesiones, no te juzgues, ni tampoco desfallezcas. El camino es tan bello como la satisfacción de llegar a la meta.